No es algo nuevo que nos encontramos en una sociedad en la que el género con el que te identifiques va a determinar -muy probablemente- tu trayectoria profesional.
Y ello porque así ha quedado demostrado a lo largo de la historia: desde Amantine Aurore Lucile Dupin pasando por Margaret Ann Bulkley llegando a la española Concepción Arenal, quienes tuvieron que fingir ser hombres para ganarse un hueco en el ámbito profesional de la medicina, escribir libros o simplemente para poder atender clases de Derecho en Madrid.
Pero volvamos a cuestiones actuales… ¿Es cierto que la cultura del esfuerzo y el sacrificio siempre da sus resultados con independencia de que seas hombre o mujer? Pues bien, a las pruebas me remito, Señoría, y eco de ello me hago en el presente escrito.
Es cierto que en los últimos años, España ha avanzado hacia una sociedad más equitativa y justa que premia el trabajo bien hecho, incorporando a la mujer en el mercado laboral, equiparando derechos de hombres y mujeres y reduciendo -aunque no de forma significativa ni mucho menos- la conocida brecha salarial. Pero, ¿qué es en sí misma la brecha salarial y qué conlleva?
Pues bien, debemos entender por brecha salarial la diferencia existente entre el salario que recibe un hombre y el salario que recibe una mujer, calculada sobre la diferencia media de los ingresos brutos por hora de todos los trabajadores.
Los estudios más recientes demuestran que España tiene una brecha salarial de entre el 12% y el 15%, lo que implica que los hombres todavía siguen cobrando más que las mujeres. Todo sea dicho, la tendencia es a la baja respecto a años anteriores. Pero vayamos más allá… ¿Acaso trabaja un hombre mejor que una mujer y por ello debe de pagársele más?
La respuesta es deviene completamente negativa, y estas son algunas de las posibles causas por las que esta situación todavía no ha quedado solventada:
- La inevitable situación del embarazo en la mujer. Y no porque toda mujer vaya a ser madre, sino porque resulta evidente que será ella quien geste al bebé en su interior durante nueve meses. Es cierto que los derechos de la baja por maternidad cada vez están siendo más equiparados -recordemos que desde el 1 de enero la baja por paternidad quedó igualada a la baja de maternidad de 16 semanas-. Pero también es cierto que quien asume más riesgos laborales una vez que se decide tener un bebé, sigue siendo a día de hoy, la mujer. Y ello porque es ella quien sufre las complicaciones/síntomas del embarazo, la posibilidad de tener un embarazo de riesgo, lo que puede conllevar un “disfrute” de una baja superior incluso a la que tenía intención de disfrutar, etc. Por no hablar de la capciosa pregunta durante una entrevista de trabajo “¿tienes pensado quedarte embarazada?”, algo que resulta completamente inmoral e incluso, podría plantearse el debate sobre su constitucionalidad.
- Discriminación del hombre hacia la mujer. Hasta hace un par de años, cuando se trataba de ofrecer un ascenso o una subida de sueldo, los primeros beneficiados resultaban ser hombres, sin ningún otro motivo más que el haber nacido con esa condición.
- La construcción social de que la mujer debe renunciar a ser madre para poder tener una trayectoria profesional, o por exclusión, que para ser “buena madre” debe renunciarse o aparcar durante un tiempo la carrera profesional.
- Techo de cristal. El “techo de cristal” o “Glass ceiling barriers” fue un concepto acuñado por primera vez en 1978 por Marilyn Loden, el cual hace referencia al hecho de que si bien las mujeres representan la mitad de la población mundial, cuando hablamos de altos cargos directivos o ejecutivos nos topamos con que la gran mayoría que ostentan dichos cargos son hombres. Y lo que es más, se encuentra íntimamente ligado a la brecha salarial, ya que las estadísticas demuestran que cuanto más alto es el cargo, mayor diferencia salarial hay (en torno al 17%). Sin embargo, si no se permite que las mujeres alcancen puestos de altos directivos, las próximas juventudes no se verán representadas, y no creerán que pueden aspirar a lo que desean, simplemente por no contar con referentes.
¿Qué podemos hacer para paliar este tipo de situaciones?
- Igualdad de oportunidades y de retribución para hombres y mujeres. Deben aplicarse medidas que conlleven una igualdad real de oportunidades, que se permita que tanto mujeres como hombres puedan acceder a los mismos puestos de trabajo, a las mismas condiciones salariales, laborales y sociales, que no se discrimine ni se tengan prejuicios solo por ser mujer. Incrementar la representación de mujeres en puestos directivos, en instituciones públicas, crear referentes a todos los niveles para que las niñas puedan verse representadas y puedan aspirar a dedicarse a algo que realmente las motive y las apasione.
- Conciliación de la vida familiar y laboral. Que desde los organismos públicos se apliquen medidas reales y efectivas que permitan una verdadera conciliación de la vida familiar y laboral, que no conlleve la renuncia a la carrera profesional o a la familia; que tanto hombres como mujeres tengan responsabilidad para con la familia más allá de dedicarse al cuidado de los hijos o a llevar dinero a casa.
- Partir de la base: educación social. Resulta más que evidente que la sociedad actual está cambiando hacia una sociedad más igualitaria y que no permite la discriminación, sea por el motivo que sea. Si se educa para que las personas tengan conciencia y responsabilidad desde la infancia, las próximas generaciones vendrán con la igualdad interiorizada. Como dicen nuestras abuelas: quiero para las próximas generaciones lo que yo no tuve para mi.
- Eliminación de los roles de género. Cualquier hombre y cualquier mujer deberían poder ser capaces de dedicarse a lo que verdaderamente les apasiona, deconstruyendo aquellos conceptos sociales que históricamente quedaron calificados de “cosas de mujeres” o “cosas de hombres”.
- Elaboración de leyes que prohíban este tipo de situaciones discriminatorias.
Mi padre me dijo una vez en una conversación muy interesante que a él le da igual quien le opere mientras que sea el/la mejor en lo suyo pero, y yo me pregunto, ¿no es casualidad que siempre sea el mejor un hombre? Sin ir más lejos, la comunidad de estudiantes universitarios en su mayoría son mujeres, y sin embargo, los altos cargos directivos siguen siendo hombres. ¿Acaso no vemos aquí un problema social que debe ser atajado cuánto antes? Si pretendemos hacer como juristas de este mundo un lugar más justo, debemos empezar por mirar lo que tenemos en nuestros propios oficios y decir un claro NO a la brecha salarial y al techo de cristal.